Entre dos mundos.
Mudarte de país es una de las decisiones más importantes en la vida de cualquiera. Una vez que te asientas entiendes que siempre tendrás lo mejor y lo peor de dos mundos.
El mundo conocido es donde naciste y te convertiste en lo que te trajo hasta aquí. En ese mundo todo es familiar, donde conoces los atajos y trucos de tu cotidianidad. Un mundo en el que hablas con naturalidad y sientes la calidez y familiaridad, en el que abrazas a la gente que quieres y no cuestionas tus maneras.
Ese mundo también dejó de ser lo que alguna vez quisiste para ti, porque la tierra ya no es fértil para cultivar tus sueños y la gente te empuja a salir corriendo. En ese mundo conocido también supiste lo que es el terror, el no poder respirar tranquilo y a aferrarte a la vida. Entendiste que la rabia, la frustración, la apatía, el dolor y el miedo son sentimientos de todos los días.
El nuevo mundo te hace extrañar todo lo que conocías, como si no pertenecieras ni fueras a hacerlo en algún momento. Ese sentimiento tan raro de ser ajeno y foráneo a cada detalle te acompañará por mucho tiempo, quizás para siempre. Ciertas personas nunca entenderán tus chistes, tus gestos, tus códigos o te acompañarán en tu sentimiento de dolor. Es un mundo asombroso sí, pero también frío y solitario.
Pero ese nuevo mundo que no deja de sorprenderte, te hace respirar diferente y que se despierte una parte de ti que no conocías. Cada esquina, cada comida, cada cara es una fresca novedad. Además, sabes que esas dificultades te harán más fuerte, más capaz y te ayudarán a estar más cerca de donde quieres estar como persona.
Hay un pedazo de ti al que no puedes renunciar, con el que quieres seguir viviendo sin justificarte por cada palabra exótica o comportamiento extranjero que tengas. Cuando una nueva cultura te absorbe empiezas a dejar atrás costumbres, palabras y recuerdos; por eso está bien aferrarte a lo que ese viejo mundo hizo que tú fueras quien eres.
Ahora eres una hermosa mezcla, muchas veces incomprendida pero única y peculiar. Una vez que empiezas a caminar en el puente entre los dos mundos no hay vuelta atrás. Algunas veces estarás más allá y otras más acá, con la certeza de que no cambiarías tu decisión por nada.
Por: Verónica González
Fuente: http://aplaneticket.com/