Comer en la calle se ha convertido en una opción inaccesible para muchos venezolanos. Algunos procuran darse “un lujo” de vez en cuando, pero al entrar en establecimientos de comida rápida o ir a un puesto de “balas frías”, algunos se retiran espantados por los precios. El consumo ha mermado, aseguran expendedores de estos alimentos. Fijar prioridades es una tarea obligatoria para los usuarios, que deben rendir el dinero.
Los cinco miembros de la familia Pérez, por ejemplo, cuentan con tres sueldos mínimos, lo que les permite acceder a los insumos básicos para cubrir las necesidades; no obstante, no es suficiente para darse el gusto de una hamburguesa en alguna de las cadenas que comercializan ese producto. “Esta es la segunda vez que venimos este año, y porque en las dos ocasiones celebramos algo especial. Y solo podemos comprar barquillas, que es lo más barato”, afirmó Alejandra, la madre.
La gerente de uno de estos establecimientos de comida rápida, en el suroeste de Caracas, aseguró que tuvieron que reducir el número de empleados de 47 a 11 por el bajo flujo de consumidores. “Antes debíamos abrir todas las cajas de pago, el automac y un punto destinado a la venta de helados. Ahora, por la poca cantidad de trabajadores, el que atiende al cliente también debe colaborar con la preparación del producto”.
Esta situación se agudiza cada vez que la cadena aumenta los precios. Los combos medianos cuestan entre 14.800 bolívares y 15.950 bolívares. Una cajita feliz para los niños cuesta 9.750 bolívares y la opción más cara para los adultos tiene precio de 22.400 bolívares. La gerente afirmó que los helados son los productos que más se venden. Por una barquilla de vainilla hay que pagar 2.600 bolívares. “Solo ofrecemos vainilla porque no hay chocolate. Además, los proveedores redujeron la distribución de insumos: antes venían tres camiones semanales, ahora solo uno cada 15 días”.
Pero la cadena más famosa de hamburguesas estadounidense no es la única con pocos clientes. Un jueves al mediodía, a la hora del almuerzo, dos mesas de nueve estaban ocupadas en una pizzería del suroeste de Caracas. En una de ellas dos amigas compartían una pizza mediana. Un solo empleado cobraba y preparaba las pizzas.
“Antes todas las mesas estaban llenas, incluso las personas esperaban para sentarse. Ahora el público se retira después de preguntar por el precio más económico que tenemos, que es de 7.500 bolívares”, afirmó el trabajador. Aseguró que las ventas cayeron 40 % por los altos precios del menú. La pizza americana personal cuesta 16.600 bolívares, mientras que la familiar vale 59.400 bolívares. La merma en las ventas hizo que redujeran el número de empleados de 12 a cinco.
Los comercios de pollo frito también han sufrido el impacto de la inflación. Una conocida empresa experimentó caída de 40 % en las ventas en un año en una sede en el este de Caracas. Un trabajador afirmó: “Hemos tenido un bajo flujo de consumidores. Además, cada 15 días suben los precios. Esta semana, por ejemplo, aumentaron 10 %”. Los precios de los combos varían entre 14.200 bolívares y 26.200 bolívares. Comprar una opción que trae 12 piezas de pollo cuesta 58.900 bolívares.
Para los vendedores de balas frías es impensable no subir los precios por el alto costo que representa mantener un puesto en la calle. El saco de 80 panes para perros calientes costó 120.000 bolívares la última vez que los comerciantes de Las Mercedes lo compraron. Sin embargo, a veces no lo consiguen y se ven obligados a mandar a hacer los panes, opción que les resulta más costosa. Además, deben pagar a los empleados y los demás insumos para la preparación de las balas frías.
“El sueldo no me alcanza ni siquiera para comer más de una vez por mes en un puesto de perro caliente”, expresó un consumidor mientras comía un perro caliente de 2.900 bolívares en Chacaíto. Por la hamburguesa había que pagar 8.500 bolívares y por el pepito 9.500 bolívares(…) La situación hizo que cayeran las ventas: de 700.000 bolívares diarios pasaron a 350.000 bolívares. Además, los encargados del puesto cierran a las 9:00 p.m. por la inseguridad, pues han sido víctimas del hampa en un par de ocasiones.
Otros puestos cierran algunos días porque no tienen los insumos necesarios para preparar los alimentos. Un puesto de balas frías en Chacao cerró tres veces en junio por falta de pan. Aseguraron que la mercancía estaba muy cara, por lo que tuvieron que subir los precios: un perro caliente cuesta 2.500 bolívares, una hamburguesa de carne 6.500 bolívares y un pepito 12.000 bolívares. “Cada vez que suben los precios llegan menos clientes. Por ende, disminuyeron las ventas: antes hacíamos un total de 600.000 bolívares y ahora 200.000 bolívares”.
Fuente y foto: http://www.el-nacional.com