El Sitio de Jerusalén duró 12 días, desde el 20 de septiembre hasta el 2 de octubre de 1187. Para esta última fecha Balian de Ibelin rindió la ciudad ante Saladino, quien permitió que los ciudadanos se fueran pagando un rescate. Aquellos que no podía pagar su rescate finalmente se vendieron en la esclavitud.
Balián de Ibelín, miembro de una de las principales familias nobles, pidió a Saladino poder ir de Tiro (ciudad situada en el sur del Líbano) donde estaba luchando, a Jerusalén, para sacar de ahí a su mujer e hijos a cambio de no colaborar en la defensa. Sin embargo, fue reconocido por los cruzados, y se le pidió que comandara la resistencia de la ciudad por lo que mandó a Saladino un mensaje pidiéndole que le eximiera de cumplir su palabra de no luchar contra él, a lo que Saladino accedió.
Inicialmente se rechazó toda propuesta de Saladino de capitulación, pues ningún cristiano quería ceder la ciudad, que consideraban, al igual que los musulmanes, santa. Saladino decidió a tomar la ciudad por la fuerza. Así, en octubre de 1187 la situación de los defensores era ya desesperada, y Balián trató de negociar la rendición. Saladino se negó.
Se cuenta que mientras Balián explicaba sus condiciones, de repente, un estandarte sarraceno se izó en un baluarte, muestra del ingreso de las tropas sarracenas. Sin embargo, cuando Balián amenazó destruir completamente la ciudad antes que entregarla sin condiciones, Saladino consultó con sus emires y decidió perdonar la vida a los habitantes a cambio de la rendición de la ciudad, aunque sus emires exigieron que pagaran un impuesto por cabeza.
Este acontecimiento señaló el final del primer Reino de Jerusalén. Europa respondió a este fracaso en 1189 lanzando la Tercera Cruzada, que fue conducida por Richard Lionheart, Philip Augusto y Frederick Barbarossa por separado.
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