Hay un par de preguntas que parece que no importa cuántos años estés aquí, siempre te van a seguir preguntando. Una, «¿cómo es que hablas tan bien holandés en tan corto tiempo», y dos, “¿y tú qué haces aquí en Holanda?”.
De la primera, no importa cuál sea tu nivel de idioma, siempre, siempre se van a sorprender de que hables holandés y con ojos de Toch? te van a decir que es muy bueno tu nivel para el tiempo que llevas viviendo aquí. Yo, dependiendo del humor en que esté, les echo el cuento de cómo comencé con el idioma o les lanzo un cortante gracias para que me vayan quitando la carita de Toch! porque no todos los del otro lado del charco somos indios.
La segunda pregunta, generalmente viene luego de una pequeña introducción de tu persona. En mi caso, pues que vengo de Venezuela, que allá no tenemos invierno y que la temperatura más fría es unos 20 grados en promedio. Y eso es suficiente información para que a estos holandeses se les suelte la tuerca y no entiendan qué carajos haces tú en este país. Porque claro, en países del tercer mundo uno vive del buen clima solamente. Allá andamos todos echados en la arena tomando mojitos mientras nos embadurnamos en aceite de coco para dorar esta piel que ningún holandés puede obtener ni con 200 sesiones de cama solar. Todo el día a toda hora. No trabajamos ni tenemos problemas. La vida es perfecta bajo el sol -es mejor, sí, pero no perfecta-.
Y es que este tipo de preguntas, luego de cuatro años, comienzan a ponerme la sangre mala y a veces me provoca inventar historias, como que mi madre es holandesa y por eso hablo tan bien holandés, o que estoy probando un nuevo método para evitar el avance de las arrugas en un clima frío y es por eso que me he mudado a este aburrido país. Pero no, generalmente soy un pan de Dios y les echo el cuento color rosa mientras agito mis pestañas para parecer más dulce, pero entonces, continúa el cuestionario necio.
¿Que qué me trae a Holanda? En holandés se le llama Liefde (amor), en mi idioma se le dice “para no usar más el estado en-una-relación-complicada en el Facebook”. Vamos, que alguno de los dos debía dar el paso, porque amor de lejos, felices los cuatro, ¿o no?
¿Y te acostumbras? A ver, a ver… tampoco es que esto es el polo Norte. Sí, tenemos inviernos que pueden llegar bajo cero, días de lluvia infinita, amaneceres grises que se quedan hasta el anochecer, olor a estiércol la mayoría del tiempo y bicicletas en vez de pies. Pero tampoco es que es algo del otro mundo. Uno aprende a vivir así, aunque todavía me cuesten los días grises.
¿Y no estrañas a tu familia? Mmmmm… si digo que no, soy una mujer sin sentimientos, si digo que sí, me ven con cara de lástima. Por supuesto que uno extraña a su familia, a sus amigos, a su antigua vida, pero tampoco andamos echados en la cama lamentándonos de todo lo que hemos dejado atrás. Aunque estoy segura que uno que vive lejos se comunica más seguido con su familia que estando cerca, sino pregúntenle a Pablo, que ve a los papás un par de veces al mes y viven a cinco minutos en bici.
Cada vez que conozco a alguien nuevo, es el mismo cuento, y si es alguien conocido, apenas agarra confianza, también se asoma con esta lista de preguntas. Pero al final uno entiende. Uno haría las mismas preguntas repetidas si conociera a algún gringo viviendo en Latinoamérica, y seguro que internamente estaría el gringo diciendo: “Fuck! one more who makes these stupid questions!”
Por: Ley.
Fuente: http://www.naciendoenholanda.com/
Imagen: web