Es un lugar común, un cliché que llaman, hablar de los espacios verdes que sirven de pulmones a las junglas de asfalto por las cuales transitamos nowadays. Lo es más aquella foto contraste que muestra los enormes edificios despuntar detrás de árboles que parecen pertenecer a otro paisaje. Pero es una pena que estos lugares comunes no sean tan comunes en nuestras urbes.
Los jardines de Hamarikyu en las orillas del río Sumida en Tokio son uno de estos lugares comunes que garantizan un recoveco verde en medio de los edificios de vértigo obligatorios en una metrópoli carente de espacio.
Quienes tienen oportunidad de visitar la capital japonesa deberían dedicar unas dos horas para recorrer los senderos de lo que tres siglos atrás fuera una villa familiar. Está cerca del mercado Tsukiji, por lo que podría ser el complemento ideal luego de haber madrugado para asistir a la esquizofrénica actividad que exige la venta y distribución de toneladas de frutos del mar.
La entrada al parque es paga, como también el guía de audio, pero la visita guiada dista mucho en potencial de aquella a ciegas, o a sordas. Un árbol que ha atestiguado todos los devenires de la villa durante estos tres siglos da la bienvenida en el recorrido que entre verdes, colores y graznidos de cuervos irá llevando hasta el muelle de donde es posible iniciar un paseo por la bahía.
El silencio, los olores y las vistas desde varios ángulos del parque justifican el paseo, pero para quienes requieran de más inmersión cultural, está la casa de té Nakashima donde podrán hacer un break (en el tiempo) con una taza de té verde y una pequeña torta, también de té verde.
Por: Pau.
Fuente: https://aquienlachina.wordpress.com/
Imagen: web