Los españoles también bachaquean

Los españoles bachaquean. Di la espalda a uno de los peores solos de congas que he escuchado en mi vida, bajé las escaleras y escapé del Café Berlín rumbo a casa, cuando un grupo de personas me sorprendió.

Cuatro  chicos españoles permanecían recostados sobre cajas de cartón que habían recogido en los comercios de la calle Preciados, su “hogar” durante tres días y tres noches. Metros calle abajo, cuatro negros estaban sentados en sillas plegables, chicas de origen asiático jugaban a las cartas frente a ellos y otros, guarecidos bajo el techado del FNAC, mataban el tiempo disfrutando de una litrona en una noche de verano.

“Vivo en Valencia pero estoy hasta la polla de este “release”. Voy a vender mi puesto en la fila para irme a casa porque tengo que trabajar”, dijo Martín, un chico de unos 30 años, vestido de camiseta manga larga, vaqueros color negro y calcetines grises, quién reveló el misterio de su acampada: comprar unas zapatillas edición especial “Yeezy Boost” de Adidas.

Más de 60 personas se han apuntado en una lista para ser uno de los 54 “afortunados” que podrán hacerse con un par de las zapatillas con el nombre del rapero Kanye West a un precio de 200 euros cada uno en la tienda Foot Locker de la mencionada vía peatonal del centro de Madrid.

De haber esperado un día más, Martín hubiese sido uno de los pocos que recibieron un brazalete con un número que les asignó Adidas para poder adquirir un par de la edición limitada. “Nos dejaron dormir esta noche para que podamos venir a comprar las zapatillas durante la mañana del día siguiente”, dijo Carlos, uno de los compradores.

Tras leer estas líneas pensará que estos chicos han perdido un tornillo o que el ocio de estar en paro los ha atontado. Pero no, ellos forman parte de la cultura de los “sneakers”, una fiebre impulsada por los fabricantes de zapatos deportivos desde 1997 y que cada día coge más fuerza. Un ejemplo de ello ha sido la comercialización de la primera edición de las “Yeezy Boost”, cuyo precio de venta al público andaba por 315 euros y se agotaron en una semana. Pasado ese plazo, adquirir un par no bajaba de 4900 euros. Ahora no se pueden encontrar por menos de 18000 en los mercadillos en línea.

Si no te quedan, no importa

A pesar de tener que esperar a la intemperie para poder comprar estas botas, la empresa no garantiza darte la talla que tu quieras. De hecho, los números promedio suelen agotarse muy rápido, así que si has logrado entrar en la lista pero eres uno de los últimos, puede que te lleves un 46 a pesar de tener el pie pequeño.

“Hay buen rollo entre nosotros. Esto es toda una cultura. Se puede llegar a pensar que tenemos rivalidades pero esta actividad nos ha hermanado. Tenemos un grupo de Facebook en el que compartimos información sobre los nuevos lanzamientos, los precios del mercado y los modelos más populares”, ha dicho Martín, sin querer revelar su nombre verdadero.

Podría pensarse que el mundo de las colas es súper armonioso, pero hay detalles que contrastan con esta idea. Por ejemplo, solo en la tienda de Preciados, había 54 pares para 65 personas. Eso quiere decir que 15 están esperando a que los primeros de la lista claudiquen.

Así que las tensiones, el dinero en juego y el tiempo invertido hacen que la armonía se rompa en ocasiones.  “El que vive de esto no hace colas. Pueden llegar a darle 70 euros a algún vagabundo para que haga la fila. Sabemos que 17 de los que hacen la fila para este “release” han recibido pasta para estar aquí”.

Un par no basta

Con unas zapatillas negras con cuernos de toro, una camiseta con una foto de un hombre en traje de luces calzando unas botas de baloncesto, y unos jeans marrones, se acercó a la tienda la mañana del sábado para comprar sus botines. Una pulsera negra con la marca de Adidas y un número, le daba derecho a ser uno de los 54 afortunados en adquirir unas Yezzy Boosts.

Como él, desfilaron graneados durante toda la mañana todos aquellos que reservaron su lugar para poder hacerse con este producto.

Jaime se caminó emocionado a la caja para pagar, sacó 200 euros en efectivo y se los dio a la cajera, quien sacó el bien preciado del suelo. Una caja muy sencilla se apareció en el mostrador, el chico la abrió para comprobar que sus “Yeezy Boost” estuviesen ahí y se retiró del lugar mientras que una fotógrafa de Adidas documentaba la transacción para los ejecutivos de la compañía.

Minutos más tarde se formó un barullo en una de las esquinas de la calle Fuencarral. A algunos metros de la tienda de Preciados una concentración de chicos esperaba ansiosa en la puerta de la tienda de Adidas. Uno por uno estaban siendo llamados por una trabajadora del establecimiento mientras que un sujeto moreno, alto y vestido por entero por la marca alemana trataba de dar orden a la fila.

Tras tratar de entender lo que pasaba, veo a tres de los chicos que ya habían pillado un par en el Foot Locker. Eran Carlos y dos de sus compañeros que también estaban en esta lista de esta sede para comprar las mismas zapatillas. Uno de ellos acudió al llamado de la chica mientras que otro pedía dinero prestado desesperadamente porque estaba a punto de ingresar a la tienda.

De acuerdo con lo que me explicaron algunos fanáticos de los zapatos deportivos, es posible adquirir varios pares en distintos establecimientos si el comprador es organizado. Cada tres horas debe estar presente al momento que pasan lista, lo que le permite coordinarse para poder estar en las colas de diferentes locales. Eso sí, si falla en un pase de lista estará condenado a perder su lugar en la fila, y de esta manera, los que aguardan en los últimos puestos pueden escalar y optar por un par. Es una carrera de resistencia contra 84 personas en la que todos tienen como meta adquirir uno de los 57 pares disponibles.

Hacer cola por necesidad

Lo que comenzó con el lanzamiento de las Air Jordan por Nike hace 30 años, se ha convertido en toda una “cultura sneaker” que ha inundado las ciudades del primer mundo. Metropolis que sirven de escenario a la guerra de guerrillas orquestadas por las principales firmas del mercado, deseosas de sacar provecho de los beneficios que genera la comercialización de las ediciones limitadas.

Mientras en Europa, Asia y Estados Unidos hacen filas para adquirir los últimos lanzamientos del mundo de la moda y la tecnología, en Venezuela ha surgido toda una cultura en torno a las colas. Los estigmatizados “bachaqueros”, revendedores de productos de primera necesidad que sacan partido de la descabellada política económica de ese país, han hecho de la espera un oficio.

Contrario a lo que se podría pensar, en su mayoría, no son personas malas ni oportunistas, son venezolanos sin empleo, ahogados por una inflación exacerbada que ven en el comercio informal una oportunidad de sobrevivir. De acuerdo con Datanálisis, una encuestadora con base en Caracas, el 60 % de los que hace fila en los supermercados venden los productos que logran conseguir.

Así como las zapatillas de Kanye West, con los productos de la cesta básica puedes ganar hasta cinco o seis veces el precio original. Entonces, si trabajas en una panadería, devengas un sueldo mínimo y tienes la posibilidad de hacer dinero fácil revendiendo productos, ¿para qué cumplir con un horario de trabajo?

Lo cierto es que hay una gran parte de los venezolanos que se queda con los productos que logra adquirir en las maratónicas colas de los mercados y abastos. No son pocos los que luchan por sobrevivir a una economía que solo produce cifras negativas: 34,5 % de escasez si se calcula en base a 20 productos de los 58 de la canasta alimentaria y una inflación de 300 % en el rubro de alimentos y bebidas, según estimaciones del Cendas.

Por: Tomás Ramírez González

Fuente: http://elvenezolanodemadrid.com/

Imagen: http://www.revistagerentepyme.com

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