Desde el 6 de marzo de 1799, dos buques franceses se encontraban en la bahía de Maracaibo con el pretexto de hacerles reparaciones en los astilleros locales. Los corsarios traían consigo un barco inglés que habían capturado en las costas de Coro. Como para entonces, España y Francia eran naciones amigas, el gobernador de Maracaibo, no pensó en la idea de una conspiración y decidió darles todos los auxilios que necesitaban a pesar de que la tripulación estaba constituida en su mayoría por negros.
Así, el 19 de marzo de 1799 estalla en Maracaibo la conspiración de Francisco Javier Pirela, a la cabeza de los pardos, movimiento insurreccional que se consideró una «ramificación de la conspiración de Gual y España». Pero en realidad, nada tenían en común las conspiraciones de Gual y España, y de Pirela, ya que la de este se basó en el jacobinismo haitiano, incendiario y destructor, y fue más bien un acto de piratería que un movimiento patriótico. El mismo Pirela, quizás arrepentido, delató su rebelión tres horas antes, a las 9 de la noche del mismo día.
Los planes de la revuelta eran atacar a la ciudad, saquearla, matar a los blancos y ricos, expulsar al Gobierno español y establecer una república. Después, mandarían a buscar 400 guajiros que ayudarían a mantener el orden. También iban a ejecutar a los religiosos del convento, pero dejando a dos vivos para que administraran los Sacramentos. Sin embargo, delatado Pirela, la mayoría de los conspiradores fueron apresados y enjuiciados.
Gracias a su confesión, a Pirela le sentenciaron a 10 años de cárcel en el Castillo de La Habana. Pero el historiador Ciro Nava afirma que en realidad fue condenado a muerte el 30 de junio de 1800.
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