Tal vez les suene el nombre por Harajuku Lovers, la marca de accesorios y perfumes que Gwen Stefani, la voz y rostro de aquella banda californiana No Doubt, lanzara hace seis años. Pero lo cierto es que la rubia de estilo versátil y volátil supo ver que, comercialmente hablando, sería un tiro al piso encapsular la imagen distintiva del distrito fashionista de Tokio.
Aunque no falta estilo en las calles de la capital de Japón, una caminata vespertina por Harajuku redimensiona por completo cualquier concepto de moda que tengamos en nuestras estandarizadas cabezas suramericanas. Al bajar de la estación de Metro Omote-sando comenzará a ver la zona de tiendas de la vibrante y colorida Harajuku. Las rutilantes vitrinas de las marcas que solo de nombre pesan en el mundillo del fashion aclimatan la vista a cuanto transeúnte foráneo incursiona por la región que es conocida overseas como la calle de la moda nipona.
Cuando se canse de engullir letras y estampados harto conocidos habrá caminado lo suficiente como para adentrarse en las callejuelas traseras, conocidas por los locales como “Ura-Hara”. Completamente peatonal, toca abrirse paso entre un mar de adolescentes que bombardean visualmente a cuanto turista ávido de colores se presenta por los predios. Las “Harajuku girls”, o las chicas que le dan vida a la zona, le impactarán de tal manera que es probable que termine cantando con la Stefani “Harajuku girls … What’s that you got on? … Vivienne Westwood can’t go wrong“.
Lo que durante la ocupación norteamericana, después de la Segunda Guerra Mundial, fuera un asentamiento residencial para oficiales y sus familias, ahora es un universo de pequeñas boutiques de diseñadores locales que ofrecen propuestas independientes y singulares, tanto, como la muchedumbre que frecuenta el distrito. Con cambios considerables y una evolución continua durante la segunda mitad del siglo 20, Harajuku es actualmente un destino turístico sin desperdicio para todo aquél que visita Tokio. En tanto, que es una pasarela para los locales que quieren desfilar sus alter egos y reproducir estilos individuales.
Aunque siempre es posible devorar looks y performance de fantasía, el verdadero espectáculo transcurre cada domingo cuando confluyen en estas calles las diversas caras de las tribus tokiotas.