La Hachi-ko’s Exit está debidamente señalizada dentro de la abarrotada estación de tren de Shibuya. Cercana a la zona de bares y de compras, es un punto de encuentro para una muchedumbre de jóvenes. Quizás una de las muestras más evidentes de su multitudinaria concurrencia sea el cruce de Shibuya. En una suerte de homenaje a los peatones, el cruce paraliza al unísono cuatro vías de automóviles y activa cinco congestionados pasos cebras simultáneamente durante un minuto.
Kaneto Shindô escribió el guión de “Hachi-ko monogatari”, película japonesa estrenada en 1987 cuya trama narraba la lealtad de un perro que esperó en una estación de tren durante una década a su dueño luego de que este falleciera impartiendo clases en la Universidad de Tokio. En 2009, su guión fue la base del remake norteamericano de la historia, Hachi: A dog’s tale, sin final feliz a pesar de ser protagonizada por Richard Gere.
La historia transcurrió en 1924, cuando este perro Akita fue entregado a un profesor de la Universidad de Tokio. Durante un año, el animal acompañó a su dueño hasta la estación de tren de Shibuya y luego volvía por él para ir a casa. Un día, el profesor Hidesaburo Ueno murió de un derrame cerebral en medio de una clase y el animal fue regalado a otra persona en el distrito de Asakusa. El perro se escapó y eventualmente retornó a la plazoleta frente a la estación de tren.
Alimentado por los vecinos de la zona, se mantuvo año tras año frente a la estación. La historia circuló en un diario local en 1932, y dos años más tarde, junto a él fue colocada una estatua en su honor. Hachi-ko moriría un año después y sería enterrado al lado de su dueño. La estatua fue retirada en 1944 para fundirla y reutilizar el material en medio de las demandas bélicas del momento. Cuatro años después colocarían un nuevo monumento en la plazoleta.
Durante la ceremonia inaugural de la segunda estatua, una niña de tercer grado fue invitada a destaparla junto con otros chicos de varias escuelas internacionales. Ella, Atsuko Hajima, escribió en su pedestal “Perro fiel Hachi-ko”. Medio siglo después, entrevistada por el Japan Times, contaría que durante aquellos años su madre le diría que “si la paz continúa, la estatua nunca desaparecerá”. Acertada o no, lo cierto es que mixturada entre las centenas de personas que día a día transitan la zona, la réplica de bronce de un Hachi-ko sentado, mirando al horizonte, con una oreja ligeramente caída, ha permanecido allí durante más de 60 años.
Por: Pau.
Fuente: https://aquienlachina.wordpress.com
Imagen: web