Bienvenido a la realidad. Después de haber pasado por la locura de legalizar los documentos en el país de origen, un estudiante extranjero vivirá a la llegada a su destino, una etapa de vital importancia. Atrás quedan muchas de las experiencia obtenidas, atrás quedan muchas costumbres. El futuro de un estudiante extranjero es en sí, él mismo.
Hoy inicio el relato de lo que para mí representa, en este corto tiempo de estadía en Francia, ser un estudiante extranjero. Intentando además, concentrar las ideas y no extenderme en líneas innecesarias.
Ser estudiante extranjero no es en sí, una condición universal. Imagino que un estudiante foráneo en Chile tendrá otras dificultades que afrontar y otra manera de solventar los problemas. Por lo que quizás es importante puntualizar mi post a Europa, o bien, a la condición no menos importante de irse a un país con idioma diferente. Sin embargo, no quiere decir que las sensaciones no sean similares, dejar su casa es siempre fuerte.
Llegar al destino
Pese a cualquier prejuicio social, un estudiante extranjero debe predefinir su destino, apuntar hacia adelante y no detener su marcha. La vida está llena de personas que sueñan, pero pocas logran sus metas. En Francia existen trabas para muchas cosas, solo hay que tener paciencia e ir poco a poco conociendo cómo funcionan los franceses.
El primer día, todo es alegría. No quiere decir que todo se acabe ahí. Pero ese día, uno se da cuenta de que luego de haber tomado una gran decisión, las cosas comienzan a marcar diferencia. Es una decisión que vira el rumbo de cualquier vida, es un cambio macro. Es algo que en el futuro dejará una huella imborrable.
Únicamente tengo dos meses y un poco más en Francia y aunque parezca poco, son muchas las cosas a las que he debido acostumbrarme. Cuando uno entra a un sistema en el que los códigos son diferentes a los acostumbrados, el cuerpo reacciona de diversas maneras. La más usual es la depresión; sin embargo, esta no se producirá, a mi parecer, de inmediato. En el inicio, uno está ansioso por conocer todo, por intentar entender todo. Pero debemos darnos cuenta que no se puede internalizar toda una cultura en tan corto tiempo. Toda la información que llega es diversa, mucha es de vital importancia, otra no tanto. Sin embargo, uno debe concentrarse en puntos neurálgicos que contribuyan a la integración.
Mixturas
Desde el punto de vista personal, venir de un país en donde el prójimo no tiene, en la mayoría de los casos, una misma nacionalidad, trae a la nueva manera de vivir un reto importante. No se viene a Francia a vivir con franceses. Se viene a vivir con múltiples nacionalidades, a compartir con personas de diversas culturas en donde es importante mantenerse comprensible, abierto y universal.
La universalidad que da salir del país de origen es inmensa, tanto, que puede utilizarse para cambiar la manera de pensar de cada quien, modificando los prejuicios y concentrándose en sí mismo. Vivir en Francia es también eso, cada quien a lo suyo. Aún no conozco a mis vecinos, si los veo en la calle no podría reconocerlos. Eso entierra a cada individuo en un hueco, en un espacio privado que debe ser respetado.
En Francia, y podría atreverme a decir que en Europa entera, las personas tienen un filtro, bastante desarrollado, de lo que expresan, de en qué momento lo hacen y en dónde. Además, no todos se muestran tal cual son. En mi edificio, todos se mueren por decir “bonjour”, es increíble. Pero más nada. Nunca he sido un vecinero, esas personas que andan pidiendo sal al vecino o un poco de azúcar para el café que no bebo. Pero aquí, se está a años luz de eso. La vida privada es algo serio en Francia. En la mayoría de los casos lo que se siente es la aceptación del prójimo pero sin ningún interés de conocerlo.
Sin embargo, la vida de un estudiante aquí se pasa siempre compartiendo en un entorno multicultural. En Francia es muy valorada la educación. Quien estudia, representa para la sociedad una fuente vital de progreso, un valor intrínseco de la vida y un sentimiento de lucha y de cambios. Venir a este país me nutre de alegría. Me pone de frente a todas las culturas del mundo y me llena de conocimientos.
La frase «estudiante extranjero» tiene mucho que significar, es una heterogeneidad de cosas, todas unidas representado un estilo de vida. De por sí, sólo ser estudiante reviste una gran fortaleza. En algunos casos no tanto. Muchos toman esa etapa de la vida como carecer de responsabilidades o como disfrutar de la vida hasta que la vida misma corte el ciclo. Por otro lado, la palabra «extranjero» tiene millones de connotaciones. En la mayoría de los casos, poco agradables. Reconociendo que los flujos migratorios a lo largo del tiempo no han sido resultado de mejoría.
Al final, ser extranjero tiene un gran riesgo. Nunca serás realmente del país que habitas y en tu país te verán como el tipo que se fue, que ya no pertenece. Es un riesgo; sin embargo, no dejo ni dejaré de ser venezolano. Mis costumbres van en mi sangre y hasta en la manera como respiro. Demostrando además, que un venezolano no es sinónimo de tercermundista… Somos gente buena.
Por: Manuel Rojo
Imagen: web
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