Un 23 de mayo fue el día en que dos jóvenes se besaron en el parque Los Caobos.
El joven era muy pobre, dormía en un colchón en el piso en la casa de sus tíos. Con el ímpetu propio de la juventud, no se amilanó por eso y decidió darle el mejor beso a su novia luego de seis meses pidiéndole que lo aceptara.
No tenía ni para el transporte público, así que decidió caminar desde la avenida Baralt hasta el parque en el centro de Caracas y allí se encontraría con su nueva novia. Aún no la había besado, no tenía dinero para brindarle nada, buscó el lugar más bonito del parque, había pajaritos volando, árboles hermosos y obras de arte; entre esa naturaleza no se escuchaba el ruido del tránsito, solo el susurro del aire entre los árboles y el cantar de los pájaros. Y allí, en esa tarde soleada, a las 2:45 p.m. se besaron por primera vez. Estuvieron varias horas beso y beso. Según cuentan, sintieron que el tiempo se detuvo, que no había nada más, sino ellos y el universo, que sintieron una gran felicidad interna.
El romance no duró mucho tiempo, las diferencias religiosas entre otras muchas desigualdades hicieron lo suyo; ella, de familia católica; él, aspirante a santería. Igual se reconciliaron tres veces, aquel amor se negaba a morir; para ella, él fue su primer beso y su primer amor.
Pasados los años, en honor a ese amor truncado por las diferencias religiosas y culturales se decidió escoger esa fecha como el Día Internacional del Primer Beso.
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