Este fin de semana nos escapamos del pueblo y nos fuimos a cumplir compromisos a una boda latinolandesa. Una amiguita mía de Venezuela se casaba con su novio holandés y nos invitaron a su boda y la recepción en la ciudad de Gouda y Lelystad. Así que armamos maletas, nos pusimos bonitos y nos fuimos súper temprano a donde el GPS nos llevara para llegar con una hora de anterioridad y no tan tarde como se está haciendo costumbre. Porque mira tú, yo no sé que le ha dado a Pablo, pero cada vez que tiene un compromiso latino, ahora se da el postín de la vida y ni se preocupa en avisar que otra vez vamos tarde por culpa de la Ley que se está rizando los pelos.
Definitivamente, las malas costumbres se pegan.
La cosa es que llegamos allá una hora antes de lo pautado y tranquilamente estacionamos el auto, complementamos los atuendos y nos dispusimos a caminar hasta la alcaldía de Gouda donde se celebraría el “sí, yo quiero”. Pablo, además de su gomina para sus tres pelos acostumbrados, se puso bien bonito con una camisa color rosa y una chaqueta en azul claro. Yo, me empaqueté en un vestido que había comprado hace unos tres años atrás y que solo he usado en un par de ocasiones. Junto a unas medias negras para aguantar los fríos vientos y unos zapatos altos para estilizar la figura. Figura que quedó totalmente desestilizada cuando me tocó caminar unas cinco cuadras de caminos empedrados y me di cuenta que gracias a las medias, los zapatos me quedaban sueltos y me tocaba chancletear. #Fail
Aunque tenga que dar pasitos, a mi nadie me baja de estos tacones ni me quita lo bailao! #AntesMuertaQueSencilla
La ceremonia se celebró en dos idiomas y quizá por eso se demoró más pero, estando ahí, eso como que lo matan en dos tiros: él la miró, ella se sonrojó, él le dijo: “Quieres ser mi esposa?”, ella aceptó y hoy estamos aquí para declararlos marido y mujer. Puede besar a la novia, gracias, chao. Eso es como comer. Uno se echa el día entero cocinando, y comiendo, se va todo en un suspiro.
Como la recepción de la boda era en Lelystad a una hora de Gouda y empezaba a final de la tarde, y como nosotros nunca habíamos estado en Gouda, (me obligaron) decidimos caminar de vuelta al auto por esas lindas y románticas calles de piedra para ponernos más cómodos y conocer un poco de la ciudad. Perdida de glamour total que quedó registrada en el Instagram de la Ley.
Tomando fotos con la Lumix
Como en septiembre estaré dando, junto a dos amigas, un curso de fotografía como hobby, y como la idea es aprender a mirar y usar el aparato que tengas a mano (cámara profesional, compacta o del teléfono) para capturar el momento, decidí que de ahora en adelante, cuando me de lala cargar con el «mounstro» de mi reflex, llevaré la Lumix compacta y vieja de Pablo para obligar al ojo a ver más momentos fotográficos sin depender de mi reflex.
Luego de un par de vueltas, y para apaciguar un poco el frío que hacía -es abril- ¿hasta cuándo es que te piensas quedar, invierno?- nos metimos a un café a tomarnos algo calientito y chismosear un poco nuestras redes sociales. Típico. Uno se sienta junto, se cruzan un par de palabras y luego cada uno se adentra en su mundo telefónico, y solo se hace pausa cuando hay algo interesante que compartir. Por ejemplo, Pablo me contó que estaba leyendo por Internet que el edificio donde se casaron los novios es muy famoso para matrimonios y que en verano puede ser tan solicitado, que ¡hay listas de espera y todo! #Osea.
En la foto, el edificio donde todos quieren celebrar su matricidio.
Sábado de mercado alrededor del Stadhuis
Me encantan los mercados que se ponen en la ciudad, pero desgraciadamente, cada día ir al mercado se va volviendo más una tradición que una necesidad por adquirir productos más frescos y económicos. Personalmente no compro nada en el mercado porque me sale más barato comprarlo en el súper y la calidad es la misma.
Al final nos fuimos a Lelystad para comenzar con la fiesta y a que no adivinan quién fue el rey de la pista de baile… De verdad, ¡las malas costumbres se pegan!