Yo-robot, Tokio

Me gustan los juegos de video, el Lego y los rompecabezas. Logro entender el placer intrínseco en armar algo con las manos o vencer los retos de las aventuras que ofrecen las pantallas, ahora casi todas planas. Pero las jugueterías de Tokio me desconciertan. No son recintos para niños en edad, sino en corazón. Inmensos galpones que bien parecen templos al eterno placer de jugar, de divertirse.

Uno de los tantos recintos de arcade en el distrito electrónico de Akihabara

Es imposible salir de la ciudad sin al menos enfrentarse a un arcade por algunos minutos. Mi intento fue por atrapar con tenazas metálicas una heroína de manga con cabello tan violeta como el que suelo tener gracias a la magia de la química. Luego de seis intentos y de darme cuenta que había gastado en la traga-níqueles más de lo que podría costar la muñeca, salí del lugar corriendo y sin mirar atrás. Era un edificio de seis pisos, todos dedicados a video juegos. La distribución desde el sótano hasta el último espacio era temática; así, la planta baja era solo para traga-níqueles. Algunos, al menos salían con un botín entre las manos.

La dimensión de las jugueterías y de la mercadería sólo me dejó pensando en una cosa: no basta la vida si el asunto se toma como coleccionista. Cuánto dinero, tiempo y espacio hay que tener para hacerse con cada pieza? Luego, viendo el movimiento de la clientela concluí que la oferta no es excesiva desde la perspectiva de la demanda.

Muro de afiches promocionales en uno de los pisos del templo juguetero Hakuhinkan Toy Park

Hay fanáticos, robots, figurines, controles, pantallas, trajes, mundos de fantasía, revistas. Un paraíso electrónico. Servicios eficientes y procesos altamente automatizados. Las máquinas distribuidoras de bebidas, tiquetes y muñecos han plagado la capital de Japón; el cosplay -que no es más que traer a la vida a personajes del mundillo del comic– invade aceras más allá de los límites de Harajuku o del Akihabara. Cuesta dar crédito a tanta afición por los circuitos, tecnología e historietas.

Un antropólogo local me comentó que la sociedad japonesa había logrado ciertos atisbos de perfección en su vida diaria; sin embargo, en su opinión, era momento de voltear la mirada a lugares como Sudamérica para aprender de su calor y cadencia. ¿Será? o será más bien que a nosotros, todos calentura, nos hace falta un poco de “Yo-Robot”? Quizás se anhela lo que no se tiene, quizás se lamenta lo que se tiene, quizás realmente se menosprecia lo que se tiene.

Una de las centenas de máquinas distribuidoras de Tokio. Hay de bebidas frías y calientes casi a cada centímetro de las calles, pero también usan esta variedad en algunos restaurantes para comprar el tiquete del menú y entregar directamente a la mesonera ¡Proceso automatizado!

Por: Pau.

Fuente: https://aquienlachina.wordpress.com/

Imagen: web

Comentarios

comentarios