A pesar de su nombre «no tan criollo», Baruj Benacerraf nació en Caracas el 29 de octubre de 1920 y era de ascendencia judía, aunque años más tarde adquirió la ciudadanía estadounidense y su carrera profesional la desarrollara por esas latitudes.
Sus investigaciones fundamentales acerca del control genético del sistema inmunológico fueron recompensadas con el Premio Nobel de Medicina en 1980 junto con sus colegas Jean Dausset, de la Universidad de París, y George D. Snell, del Laboratorio Jackson en Maine, EE.UU.
«Sus descubrimientos seminales hicieron posible mucho de lo que sabemos acerca de los procesos básicos de las enfermedades como las infecciones, los desórdenes autoinmunes y el cáncer», dijo el presidente del Instituto Dana-Farber, Edward J. Benz Jr.
«Su trabajo ha modelado todo, desde el trasplante de órganos al tratamiento del sida y, más recientemente, al desarrollo de vacunas terapéuticas para el cáncer», agregó Benz.
Benacerraf publicó en 1998 su autobiografía De Caracas a Estocolmo: Una vida en la medicina, en la que destaca que fueron sus problemas de salud en la infancia, especialmente el asma, los que despertaron su interés en la investigación y la inmunología.
Pese a dejar la presidencia en 1992 del Dana-Farber, mantuvo una presencia activa en el reconocido centro, donde era miembro del Consejo Ejecutivo y continuó trabajando diariamente en su laboratorio, con más de 80 años de edad.
Benacerraf, se convierte en miembro de la Academia de las Artes y las Ciencias de EE.UU. desde 1971, y recibió en 1990 la Medalla Nacional de Ciencia de este país.
Los resultados de sus exitosas investigaciones científicas le merecieron en 1980 el Premio Nobel, nada más y menos que en fisiología y medicina, compartido con sus colegas Jean Dausset y George Snell, por sus descubrimientos acerca de estructuras de la superficie celular determinadas genéticamente, que regulan las reacciones inmunológicas.
El galardón les fue concedido más concretamente por su investigación sobre los genes denominados genes Ir del complejo mayor de histocompatibilidad, que regulan la respuesta inmune frente a un determinado antígeno soluble. Es decir, demuestra que la respuesta inmune frente a un antígeno es distinta para cada individuo y es heredada según las leyes de Mendel. Todos los individuos pueden responder frente a un mismo antígeno soluble, pero cada individuo reconoce distintos determinantes antigénicos. Ese patrón de reconocimiento individual es heredado de los progenitores.
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