El asesinato de Maumar Gadafi, perpetrado el 20 de octubre del 2011, ocurrió en Sirte (norte). La brutalidad del hecho fue ampliamente difundida en Internet. Recibió tiros en el estómago y en la sien, estaba desarmado.
Según revelaría la autopsia, hecha por el médico forense Ibrahim Tika, Gadafi fue asesinado por milicianos del Consejo Nacional de Transición (CNT) de dos disparos a quemarropa, en el estómago y en la sien.
Una vez que se confirmó la noticia, el entonces presidente venezolano, Hugo Chávez, declaró que el asesinato de Gadafi constituía un atropello a la vida, un magnicidio alentado por el gobierno estadounidense para hacerse con el 40 % de las reservas de petróleo del continente africano.
El CNT sostuvo que Gadafi había muerto «en fuego cruzado», pero las evidencias fueron suficientes para que la Organización de Naciones Unidas (ONU) solicitara una investigación, en vista de que las ejecuciones contravienen el derecho internacional.
Rusia, en palabras de su canciller, Serguéi Lavrov, también condenó la sanguinaria ejecución del líder libio: «No se le debía haber matado de ninguna de las maneras», y exigió respeto para el derecho humanitario.
Por su parte, la entonces secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, al enterarse del asesinato se encontraba en una entrevista televisiva y sonreía con la frase: «Fuimos, vimos, murió».
Estados Unidos aseguraba que iniciaría una nueva etapa para el país norteafricano. Su presidente y Premio Nobel de la Paz, Barack Obama, también aseveró en ese momento que el homicidio del líder libio era su «destino inevitable».
Tras el asesinato de Gadafi, los intentos de diálogo en el país han fracasado, ni el gobierno de transición ni los seguidores de la Revolución Verde aceptan los términos de un acuerdo que se ha negociado de manera unilateral por la ONU.
De manera que pese al asesinato del líder de la Revolución Libia, “la nueva era” prometida por Occidente no se ha cumplido.
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