Siempre digo que Venezuela es el país más bonito del mundo, porque estoy convencida de que lo es. Muchos países con una mejor situación general pueden ser hermosos por sus paisajes, su gente o su infraestructura. Pero para mí, Venezuela es la tierra de lo que pudo ser posible y eso la hace la más bonita.
No me gustaría renunciar a la posibilidad. Ese lejano y difuso chance de que nuestras vidas continúen en el calorcito del verano eterno, las riquezas infinitas y la gente emprendedora es algo que mantengo en mi mente y mi corazón.
Muchos ya han renunciado a esa posibilidad y algunos piensan que soy ingenua por creer que la infinidad de problemas que hay en Venezuela acabarán algún día. Pero ¿por qué no? ¿Por qué no podemos aprender de nuestros errores?
Los venezolanos
La mayoría de las veces que conozco a un venezolano, inclusive a los que vivimos en el exterior, me reafirma el orgullo que me da mi nacionalidad. Esa es la gente que hace de mi país el más bonito del mundo. Gente súper capaz y resuelta, humilde y con ganas de superarse cada día, trabajadores incansables con metas claras.
Sé que esa clase de gente no es la única que vive en Venezuela o la exporta, lamentablemente. Quizás hemos dejado que esa parte de la población opaque nuestra verdadera idiosincrasia, quizás debíamos aprender la lección más importante de nuestra historia. Aún así, sigo pensando que no hay dificultad que me haga cambiar de opinión.
Siempre sentiré que tengo la responsabilidad de proyectar lo que significa mi país para mí, a pesar de lo que otros puedan pensar de él. Es un trabajo colectivo y trascendente, especialmente para los que vivimos fuera de Venezuela. En otras palabras, para mí es un deber.
Así que seguiré pensando que no hay país como mi tierra. Porque el sol es más calentito y el mar más rico, porque tenemos un encanto y un sabor inigualable, porque podemos alcanzar lo inalcanzable y porque nuestro futuro será mejor de que lo hemos soñado.
Por: Verónica González
Fuente e Imagen: http://aplaneticket.com