En francés. Ni inglés, ni español. Fue en francés que un vendedor de pescados intentó responder alguna pregunta mientras yo curioseaba por vez primera en el Mercado de peces de Tsukiji en Tokio. Conversó sobre la poca incidencia que habían tenido en la actividad de este enorme centro de ventas el terremoto-tsunami y el consecuente accidente nuclear que amenazó con contaminar parte de la costa norte japonesa.
El mercado de Tsukiji está entre la lista de los más grandes del mundo en su género. Desde allí, cada mañana se despachan dos mil toneladas de productos del mar. Es accesible por metro, y una vez en la estación de Tsukiji -en la línea gris o Hibiya- solo hace falta seguir el olor a pez y los carteles de sushi para llegar a él.
Funciona desde hace 76 años, y quien sabe cómo se volvió una atracción turística, pero lo cierto es que lo es. Decenas de foráneos incluyen el lugar entre su itinerario de visitas en Tokio al punto que los operarios del mercado prohibieron recorrer sus entrañas antes de las 9 de la mañana para evitar interferencias con el agitado movimiento de recibo, preparación y despacho. Ciertamente, es en esas primeras horas cuándo realmente ocurre todo un circuito de actividades digno de asistir.
Entre las principales convocatorias tácitas de Tsukiji está, la ya famosa subasta de atunes. No es un pez cualquiera, los especímenes llegan hasta los 300 kilos. Ver uno de estos gigantes distribuido en partes en los congeladores es imagen común en el mercado, pero la subasta es tan peculiar que, en la práctica, exige otra subasta implícita para poder estar entre los 120 afortunados que son recibidos día a día para observar el proceso con ojos de turista.
Solo apuestan compradores registrados y los visitantes deben permanecer en un área establecida para su banal propósito. Por temporadas, esta incómoda presencia ha sido vetada en aras de facilitar las cosas a quienes están allí por deber y no por placer. Luego del terremoto, un cartel permanece en la entrada del mercado: la subasta de atún está prohibida para visitantes, quiénes además, de preferencia, deben abstenerse de visitar el mercado.
En efecto, al pulular por los estrechos pasillos de la parte interior del Tsukiji Market notará que los ojos de trabajadores y empleados no miran con beneplácito. Comprensible, después de todo, siendo un mercado, nadie quiere turistas sino compradores. Las miradas no pasan de inofensivas, contrario a los carritos que transportan de un recoveco a otro las cajas de anime contentivas de alimento. No avisan, no cornetean, no paran. Si no voltea a los lados puede ocasionar una real intrusión en la vida de estos conductores que, a las prisas, cumplen sus urgentes envíos. Recuerden que se trata de pescado señores, todo debe ser rápido.
La actividad en el lugar comienza a las 3 de la mañana. La vida de la pesca es tempranera, por lo que a las 11 de la mañana no quedará mucho para ver, excepto decenas de operarios limpiando vitrinas, cajas y utensilios. El olor a pez -cuasi embriagante para quienes ya moraron en las cercanías de un puerto- parece un aromatizante, reforzado por el sonido de las gaviotas, en medio de tanta organización y limpieza. Puede impresionar la rapidez con que todo es depositado en cajas de anime y nada cae ni está ubicado en lugares impropios. Puede impresionar, repito, porque estamos hablando de un lugar donde el fuerte son productos del mar y muertos.
En la parte externa del mercado, donde los turistas son más invitados a pasear, puede hacerse con utensilios para cocina, botas de caucho o platos, vasos y tazones de cerámica con motivos diferentes, así como la platillera básica para servir una buena cena de sushi en casa, si tiene al chef, claro. Si no, lo mejor es sentarse a almorzar en alguno de los disputados pequeños y tradicionales restaurantes instalados en medio de esta zona del mercado.
Por razones obvias, ofrecen el pescado más fresco todos los días, y si tiene debilidad -como yo- por todo lo que sale del mar, le será difícil decidir entre las variedades que ofrecen entre sushi y sashimi. Sentarse en la barra y observar la preparación ya vale el dinero, que no es poco. La comida en Tsukiji no decepciona, el ambiente menos.
Por: Pau.
Fuente: https://aquienlachina.wordpress.com/
Imagen: web