Muchos habitantes del oeste de Maracaibo, volvieron a la vieja práctica de cocinar con leña, pues no tienen el dinero para comprar el cilindro de gas por el cual llegan a pedirles hasta 100 mil bolívares en su presentación de 10 kilogramos, el más pequeño que se expende en el mercado local y de mayor demanda.
“Cuando se desaparece es cuando más especulan. Esta semana fue una de esas en la que hay que pagar entre 80 y 100 mil bolívares por la bombona pequeñita (10 kg). El martes fui a comprarla y me pidieron 80 mil, no los tenía y fui al otro día, pero ya estaba en 100 mil, denunció Zulma Ferrer, residente del área.
Desde hace varias semanas el combustible en cilindro viene faltando en estas zonas donde no hay gas doméstico por tuberías. “El camión, que la vende más barata, tarda mucho en pasar, a veces hasta meses y nos vemos obligados a comprar la bombona en estos sitios donde piden el precio que les da la gana y nadie hace nada”, comentó Aníbal González.
“Caminando bastante se puede conseguir hasta en 60 mil, pero es mucho sacrificio y lo que te ahorras en el precio te lo gastas en pasaje”, analizó.
El precio de la bombona de 18 kilos va de 120 a 130 mil bolívares, la de 27 kilos se consigue en 150 mil y la gigante de 43 kilogramos no baja de 250 mil.
Según información de Gas Comunal, filial de Pdvsa que maneja el suministro de este insumo doméstico, los precios regulados de los cilindros para la venta al público son los siguientes: bombona de 10 kg, 50 bolívares; de 18 kg, 250 bolívares; de 27 kg, 380 bolívares y de 43 kg 600 bolívares. Como puede observarse ninguno sobrepasa los mil bolívares según precio justo legal establecido.
Esta situación también se refleja en otros puntos de la geografía venezolana. En Mérida, por ejemplo, ante la escasez del combustible, los usuarios deben salir en horas de la madrugada con la bombona al hombro, utilizando cualquier medio de transporte, hasta la planta de llenado para cargar su cilindro de 10 kg.
A veces, son objeto de precios especulativos por parte de las mafias que se crean ante situaciones de escasez o desabastecimiento. Los camiones repartidores no pueden hacer sus recorridos con regularidad y son muchas las familias residentes de edificios, urbanizaciones o barrios, sin distingo de clase social, que llevan semanas sin recibir el gas para su uso diario.
Fuente e imagen: Panorama