El 11 de noviembre de 1918, se firmaba en Francia el Armisticio de Compiègne entre los Aliados y Alemania, con el objetivo de poner fin a las hostilidades en el frente occidental de la Primera Guerra mundial. Los principales firmantes fueron el mariscal Ferdinand Foch, comandante en jefe de las fuerzas de la Triple Entente, y el representante alemán, Matthias Erzeberger.
Ese año, ambos bandos atravesaban serias dificultades tanto militares como económicas. Sin embargo, la fatiga era más visible en el lado de las potencias centrales que en el aliado, pues la incorporación de los Estados Unidos al conflicto había supuesto una auténtica inyección de recursos materiales y humanos.
Durante el conflicto, cerca de nueve millones de soldados perdieron la vida, 21 millones resultaron heridos y casi 10 millones de civiles murieron, indirectamente, víctimas de la guerra. Los dos países más afectados fueron Alemania y Francia, quienes enviaron a los campos de batalla aproximadamente al 80 % de su población masculina entre los 15 y 49 años de edad.
Después del armisticio, en 1919 fue firmado el Tratado de Paz de Versalles, en el que se obligaba a Alemania a reducir sus tropas a la mitad, pagar grandes indemnizaciones a los países vencedores, ceder la totalidad de sus colonias y devolver Alsacia-Lorena a Francia. Sin embargo, el tratado no tuvo éxito: Alemania manifestó que había firmado el armisticio con falsos pretextos, creyendo que la paz era una “paz sin vencedores”. El resentimiento de Alemania hacia el tratado y sus autores se considera una de las causas de la Segunda Guerra Mundial, ocurrida dos décadas más tarde.
Fuente: http://ve.tuhistory.com/
Imagen: web