Por: Ley.
Dicen que los extremos son malos, así que hoy dejaré la intensidad de esta alma en crecimiento y quiero hablar de algo muy superficial. A lo Kardashian. Solo que sin dinero, tetas ni culo. Mmmm, ¿Aun así se podrá ser superficial?
Claro que sí. El que quiere, puede. Así que si no estás en modo Kim-Kloe-Kourtney hoy, te sugiero que pases otro día por aquí, porque hoy quiero hablar de mis zapatos y mis confrontaciones sobre el tema en este país.
Amor por los zapatos
Algo está claro. Las mujeres aman los zapatos.
Bueno, no todas.
Resulta que en la última reunión del club de fotografía debíamos exponer una serie de fotografías que habíamos estado haciendo en todo lo que va de temporada 2015-2016. El año pasado lo hicimos y nos resultó una súper idea para mantenernos activos con la fotografía. Pero debo confesar que he estado menos activa con mi cámara de lo que quisiera. Uno, porque tengo menos tiempo para crear imágenes y dos, porque quiero cambiar mi actual equipo por uno más moderno y las cuentas no me dan.
Harina de otro costal.
La cosa es que este año he decidido hacer trampa y empecé a ojear mi Instagram para ver qué serie podía obtener de ahí. Y mira con lo que me he encontrado. Un montonón de fotos de mis pies/zapatos.
Te juro que además de apreciar mis lindos -bueno, otros no tan lindos- zapatos, me llamaba más la atención la historia detrás de cada foto.
Recordaba cada uno de esos momentos que tomé la foto. El día en que mi primer proyecto grande como independiente se materializaba, la espera en el aeropuerto, el único medio para llegar a mi familia, mis botas debajo de la nieve de algún país en el que jamás pensé que estaría, mi café por la mañana o el placer de poder comerme una arepa estando en Holanda.
Para mí, no era solo la perspectiva en que estaba tomada cada foto. De arriba hacia abajo, pisando con mis pies, con zapatos diferentes. No. Para mí era la historia detrás de cada momento y saber que estaba ahí para vivirlo. Así que armé una presentación en el piso, escribí una frase inspiradora, dibujé unos pasos y un par de huellas en donde se suponía que el espectador debía pararse y admirar mis momentos. Hasta que una compañera dijo con voz de sorprendida ¡Dios mío, yo no tengo tantos zapatos como tú para fotografiar!
Y en primer lugar quise darle una cachetada y decirle que usara más la materia gris y viera más allá de los zapatos.
En segundo lugar… What da fuck? Jamás había escuchado tal comentario sobre zapatos de una mujer. De un hombre, todo el tiempo, pero de una mujer, jamás.
Eso me recordó a la vez en que los amigos de Pablo me preguntaron la cantidad de zapatos que tenía. Y yo, en un conteo rápido mental, les dije 10.
Aspiración profunda con ojos desorbitados, una mano en el corazón y la otra en la frente, dijeron todos al unísono: ¿10 PARES DE ZAPATOS?
En realidad tenía más, pero no los conté en ese momento. Pero ¿Cuál es la cantidad correcta de zapatos que se puede tener?
Asumo yo que mi compañera de club debe tener 4 pares: Unas ipanemas para ir a vacacionar a España, unos deportivos para ir al gym, unas botas para el invierno y unos wandelschoenen para el resto -los he visto hasta en bodas- de las ocasiones. Tipee wandelschoenen en Google y verá la elegancia a la que me refiero. Me pregunto cuántas historias podrá contar con 4 pares, si las recuerda y si sabrá que ella es la que calza y camina esos zapatos.
Yo compro zapatos porque me gustan. Porque siento que es un pieza importante de mi vestimenta y con los que me puedo divertir. Compro zapatos que cumplan funciones prácticas y estéticas. Y lo más importante, compro zapatos para caminar hasta que las fuerzas no me den más.
Mmmm… al parecer no se puede ser tan superficial sin tetas, ni culo, ni dinero; porque no tengo todavía para una cámara nueva.
Cuéntame, ¿Cuántos zapatos tienes tú?
Fuente: http://www.naciendoenholanda.com/2016/05/31/de-mis-zapatos/