Hay una serie de consideraciones básicas que se deben tener en cuenta a la hora de elegir el mejor destino para comenzar un nuevo proyecto de vida. Además de las lógicas diferencias culturales, sociales y económicas que existen entre los países, hay otros factores para el análisis de las ventajas competitivas de cada posible nación de acogida: las ocupaciones requeridas, las leyes laborales, la apertura ante la inmigración y las oportunidades y condiciones de trabajo para los extranjeros, entre muchos otros factores.
Empatía cultural: cada nación tiene su propia naturaleza, costumbres y reglas de convivencia en sociedad. Es importante conocer en detalle los elementos culturales que definen y diferencian al país en el que se quiere trabajar. Por ejemplo, el dominio del idioma, e incluso el clima, podrían hacer más dificultoso el camino.
Calidad de vida en general: es importante seleccionar un país con óptimos niveles de bienestar social y económico. Se deben evaluar y comparar factores como la estabilidad política, la inflación, los impuestos, el acceso a la educación, la calidad de los servicios públicos y los niveles de seguridad personal.
Situación del mercado laboral: conseguir un buen trabajo, que llene todas las expectativas profesionales, es la situación ideal para todo nuevo inmigrante. Por ello, se recomienda analizar el mercado laboral y las oportunidades reales que se tienen de conseguir un empleo en la profesión u oficio que se posee.
El manejo de los idiomas: se trata de otra importante consideración a evaluar. Si el futuro inmigrante debe aprender uno o dos idiomas extranjeros, debe tener en cuenta que el nivel que alcance en la nueva lengua o en las nuevas lenguas será un factor crítico a la hora de buscar empleo. Mientras mayor y mejor dominio del idioma se posea, mayor será la posibilidad de acceder a buenos puestos de trabajo.