Ya en Canadá

Bueno, llegué a Canadá el 12 de noviembre del 2006. Todo bien, Montreal es una ciudad muy grande, que de cierta manera, a pesar de que todo es nuevo, se me hace muy familiar y no me siento tan extraño. Estoy viviendo junto con dos amigos, Rafael y Paola, entre los tres alquilamos el apartamento y compartimos los gastos.

La ciudad es bonita, sobre todo de noche. El francés tiene un acento bastante característico al cual poco a poco me voy acostumbrando, al principio me costaba bastante pero ya se me está acostumbrando el oído. Es muy cosmopolita la ciudad, puedes montarte en el sistema de transporte público (que dicho sea de paso, es excelente) y escuchar hablar ocho idiomas antes de llegar a tu destino.

En todos lados, incluyendo las zonas residenciales, es común encontrar bares, restaurantes y demás establecimientos, donde te atienden «Serveuses Sexys». Son tipas en tangas o desnudas que te traen la comida a la mesa, lo sé porque me lo han dicho, no porque haya entrado… en serio. Me dicen que esos sitios son frecuentados sobre todo por los viejitos, ya que la comida es bastante cara, por aquello del servicio. Lo curioso de esto es que nadie se escandaliza, estoy hablando de que los puedes ver incluso en zonas residenciales, al lado de tu casa; yo no veo a un gringo soportando que su hijito de ocho años vea eso todos los días cuando va al colegio. Bastante liberales los montrealeses.

Otra cosa que yo no veía en Venezuela, con la paranoia colectiva que se vive allá, era a un chamito de 10 años yendo solo en el metro y quién sabe cuántos autobuses, hasta su colegio. Y lo de que la gente deja las puertas de su casa sin llave, es verdad. Esos detalles solamente hacen que, para mi, valga la pena venir para acá.

El otro día, por ejemplo, voy a pasar una avenida de circulación rápida, con los semáforos muy espaciados, por un punto en el cual hay un rayado pero no hay semáforo. Al ver que viene un carro por esa avenida, pues yo me paro en el rayado, en el borde de la acera a esperar que pase… y el carro se frena. Yo me quedo medio perplejo y no es hasta que viene un segundo carro por el otro canal y se frena también, que me doy cuenta que se están frenando para que yo pase.

Esas son las cosas que valen la pena. Si les gustan las rumbitas de los viernes y sábados, salir a comer en un restaurante caro, seis, siete veces por mes, ir al cine todos los domingos y ruletear en el carro sin rumbo fijo, quédense en Venezuela, porque eso en Canadá, es bien caro. Si les gusta la seguridad y la tranquilidad, buenas instituciones educativas para sus hijos, pagar impuestos altos que se vean retribuidos en alta calidad de servicio por parte del Gobierno y no les importa aguantar frío, Canadá es un buen país para vivir.

Por: Diego A. Puertas.

Fuente: venezolanoencanada.blogspot.com/

Imagen: web

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