La vida en dos lenguas

Hablo con una amiga sobre lo difícil que es convivir con dos lenguas cuando eres tan diferente en cada uno de ellos. Le cuento que, por una parte, está el postgrado que estudio, en inglés, y por otra parte está el resto de mi vida entera en español. Y cuando hablo de mi vida entera me refiero a la literatura y a mis conexiones emocionales. Ella, bromeando, dice que soy Oriette y Orietts.

La frase me da no sólo para querer escribir sobre el tema, sino para analizar quién es Oriette y quién es Orietts. Orietts es alguien que a veces odio porque su pronunciación no es perfecta, es insegura y no habla mucho porque teme equivocarse. Pasa la mayor parte del tiempo en silencio y entiende solo el 80 % de sus lecturas de la universidad. Curiosamente, a veces lo importante está en el 20 % que no entiende. Oriette, por otro lado, es esta que escribe. Sin duda alguna, es menos insegura y tiene un vocabulario un poco más respetable.

Hablar de mis nombres es también hablar de dos patrias, dos lenguas, dos formas de ver el mundo. Temo todo el tiempo de quién soy cuando no soy, de lo que no hago cuando estoy haciendo otra cosa, de mi déficit de atención. Me asusta mejorar un lado porque creo que eso puede implicar descuidar el otro.

Soy de las personas que sienten mucha frustración cuando algo no sale bien. Y no solo siento frustración, sino que suelo tirar todo por la borda. Si algo que escribo no me gusta, lo destruyo. Si alguien no me cae bien, lo ignoro por completo.

Con el idioma me ha sucedido algo similar. Me cuesta mantener los dos mundos en entera armonía, y como estoy profundamente enamorada de la literatura y el español, siento que descuido el otro lado, el otro idioma, la patria prestada.

Mi experiencia teniendo amigos estadounidenses tampoco ha sido satisfactoria, así que tengo una vida digital en español, me refugio en la literatura escrita en español y sigo escribiendo en español. En esta lengua, mi ansiedad y mi frustración cesan.

Hablando en español me siento en casa. Como dije anteriormente, pareciera que Orietts y Oriette tienen personalidades distintas y que cada una encuentra difícil la convivencia con la otra.

Con el inglés siempre he sentido un caos imposible de describir. Puedo hablarlo, leerlo y escribirlo, pero me siento diferente. Agradezco las bondades del refugio digital, de los libros y de los vínculos que enriquecen.

Ese drama del que hablaba Vladimir Nabokov al expresar: “Mi tragedia privada, que no puede ni debe, en verdad, interesar a nadie, es que tuve que abandonar mi idioma natural, mi libre, rica e infinitamente dócil lengua rusa por un inglés mediocre”, se convierte así, en riqueza.

Sé que, si hubiese querido escribir esto en inglés, la precariedad de su vocabulario no solo me hubiese hecho sonar repetitiva, sino que probablemente hubiese logrado un texto estructuralmente aburrido. El español es una forma de mirar. Y es, al menos ahora, la única forma que tengo para traducir el mundo.

Por: Oriette D’Angelo

Fuente: https://revistaphilos.com

Imagen: https://foxhugh.files.wordpress.com

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