Emigrar con niños, la dinámica familiar

Emigrar, en especial si se emigra para salvar la vida, rompe el sentido de pertenencia y la concepción del mundo, produciendo cambios profundos en la dinámica familiar. Quien emigra vive en un estado de alerta permanente mientras logra darle nuevamente sentido a su vida. La emigración es un proceso complejo y cada individuo lo transita de manera distinta.

Las migraciones suelen conmover la creencia que tienen los niños acerca de que sus padres saben todo.

Podríamos decir que la emigración rompe con las certezas que se desprenden de nuestra pertenencia. Lo que hasta entonces parecía absoluto, pasa a ser relativo. Este movimiento, de lo absoluto a lo relativo, tiene características sísmicas, se producen rajaduras en la concepción del mundo que son muy desestabilizadoras, porque introducen una diferencia insoslayable con el mundo del que uno se desprendió.

La emigración en familia siempre produce un profundo sacudón en su dinámica interna. No todos los miembros de la familia comparten las mismas motivaciones, ni se adaptan al mismo tiempo, ni coinciden con los objetivos a largo plazo. Los padres eligen con mayor o menor concordancia entre ellos, pero los hijos, padecen el impacto sin haber sido parte de la decisión.

Es importante señalar que las dinámicas y los procesos de adaptación son muy diferentes según la edad de los hijos. Todos nos cuestionan: si hablan, desde su discurso y, si aún no lo hacen, desde nuestras propias dudas respecto del efecto que sobre ellos tendrá el cambio.

Sin embargo, si son pequeños, no desafiarán la decisión porque, aunque interrogan y buscan respuestas, está por sobreentendido que son los padres los que determinan el entorno. Si son adolescentes, esta problemática se monta sobre las típicas dificultades de las relaciones entre padres e hijos en este momento evolutivo tornando la situación más compleja, y el escenario de la emigración se levanta, a menudo, como campo de batalla.

Para ambos grupos etarios, el desconcierto y la mayor o menor incompetencia de los padres mientras aprenden la nueva vida, despiertan sentimientos de enojo e inseguridad. Por esta razón, es muy importante que los padres puedan tener una actitud abierta y sincera que no disimule las dificultades y las vulnerabilidades y que favorezcan un espacio de diálogo esclarecedor, donde el mensaje central sea: “Es cierto que no sabemos todo lo que hay que saber pero ya aprenderemos y en eso estamos”. Este constituye, además, un buen modelo para la vida.

Fragmento de la entrevista realizada a la psicóloga y escritora Claudia Yelin

Por: Soledad Khamsi-Rubio

Fuente: http://letraurbana.com

Imagen: Web

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