Cambiar las costumbres alimenticias

El otro día ojeaba las fotos del primer año de mi vida holandesa. ¡Cómo he cambiado! Empezando porque aquí inauguré mi tercera década y digamos que eso representaba el adiós a mi época de veinteañera universitaria con un montón de amigos siempre cuadrando la salida del fin de semana. Sí, las circunstancias me volvieron más seria, porque además, ya no era universitaria ni tenía más amigos -ni tampoco dónde rumbear en este pueblo-.

Pero lo que más me impresiona es ver los kilos adquiridos durante estos cuatro años que llevo aquí.

Para que te des una idea, cuando pisé Schiphol con mi maleta para quedarme para siempre, yo venía con unos ligeritos 50 kilos de hueso y grasa corporal. Siempre fui un hueso que conservaba una lipa de la que nunca me pude zafar. Hoy en día, los 33 años los llevo a cuesta con ocho kilos de más, que no están mal para una persona de mi estatura, pero nunca estuve acostumbrada a ver el número que hoy en día refleja todos los viernes la balanza.

Es verdad. El cuerpo cambia al pasar los años. Pero también creo que tuvo mucho que ver el hecho de tener que adaptarme a otro estilo de vida en este país. Otros horarios de comida, otros ingredientes y el hecho de que te puedes camuflajear bajo las chaquetas de invierno sin darte cuenta de cómo vas creciendo por dentro.

Para empezar, contrario a Venezuela y muchos países latinos, la hora de la comida caliente aquí es al final de la tarde. Esto significa que estos holandeses se la pasan matando el hambre a punta de pan durante el día, porque es más práctico para su estilo de vida ocupado. Para mí, el primer año era literalmente un martirio tener que alimentarme a medio día con un pan cuando mi cuerpo me exigía un plato de comida de verdad verdad. Alucinaba a final de la tarde. Cocinaba para cuatro porque mi mente pensaba que me estaba muriendo de hambre y que un menú de dos no alcanzaría para saciarme. Así, la balanza no paraba de subir, hasta que llegué un día y decidí tomar cartas en el asunto.

Nuevas costumbres alimenticias

Lo primero que debía hacer era conocer los nombres de los ingredientes en holandés y cómo combinarlos. Para eso, compré un libro que conseguí por Internet llamado 50 keer lekker een Balansdag (50 deliciosas recetas para un día balanceado) del Voedingscentrum. Definitivamente, un libro que se ha vuelto mi biblia y del que he aprendido un montón.

stampot zuurkool

Como su nombre lo dice, el libro se centra en enseñarte a balancear tu dieta luego de haberte portado mal comiendo o bebiendo de más. Tiene recetas para desayunos, almuerzos y cenas, siendo estas últimas las que más me interesaban, pues están exclusivamente diseñadas para dos persona y su preparación es muy rápida. Así, que gracias a este libro, ahora puedo consentir a Pablo con las versiones ligeras de unas pastas con salsa roja, stampot zuurkool y los vegetales  salteados al estilo asiático. Y él también ha aprendido que una sopa de calabacín puede ser súper deliciosa o que de acompañante solo necesitamos 3 o 4 papas en vez de 10.

Tan bueno me ha resultado que me compré otra publicación de la misma organización llamada Het Nieuwe Eten (La nueva forma de comer) donde te enseñan cómo puedes ir adoptando nuevas y sanas costumbres para que tu cuerpo sólo reciba lo que necesita para su funcionamiento óptimo. Cosas como que si estás acostumbrado a comer pan blanco cada día, pues dedicarte un día a la semana a comer uno integral, o cuál es una cantidad normal de mermelada en el pan. Lo que sí hay que saber es que es un libro de lectura y no un recetario o régimen alimenticio.

Las frutas no pueden faltar en una alimentación balanceada

Claro, no faltaba el ponerse a la onda de la moda en alimentación de estos últimos años, donde aparecieron los Super Foods abriéndose paso en las estanterías de todos los supermercados, inclusive en el más barato. Así que ahora con tanta facilidad, he podido probar la quinoa, el cacao en crudo (¿cómo se le llama a eso en español?) y la última, gracias a las visitas que paseé en Ámsterdam, me he cambiado a la manteca de coco para cocinar, pues resulta más sana que el aceite de oliva.

Mira, los kilos nunca más se fueron, pero en todo este proceso he aprendido a conocer mi cuerpo, a saber en qué momentos parar o, si es que no pude parar, pues a relajarme y llevar una dieta más balanceada en los días siguientes. Ahora, llevo un control semanal de cómo mi cuerpo cambia o se mantiene. Voy al gym con frecuencia porque los años no perdonan y porque, así como me da lástima botar comida, me da lástima pagar mensualmente una suscripción y no usarla. Hago mercado semanal más consciente de lo que compro y lo que gasto y aunque estoy segura que ponerme el bikini me cuesta mentalmente más esfuerzo que antes, cuando veo a las marmotas holandesas recuerdo que yo lo que estoy es ¡Bombón!

Aquí te dejo un video que te hice para que le eches una ojeada.

Por: Ley.

 

Fuente e imagen: http://www.naciendoenholanda.com/

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