A dos años…

Innumerables son las anécdotas y vivencias que se tienen en dos años como residente en México: experiencias laborales, humanas, económicas, turísticas.

En el trabajo, siempre serás esa persona extranjera que habla bonito y que debe explicar modismos, palabras y frases para no ser malinterpretada; además, adaptarte a un horario de 45 horas de trabajo a la semana, descansar solo un día y no tener los suficientes días feriados que acostumbran en tu país.

Amistades nuevas que amablemente te explican lo que no sabes y te hacen parte de su vida; familiares maravillosos que te ganas y que son especiales hasta para consentirte en gustos gastronómicos o para darte el raite (colita) en alguna diligencia.  Te ayudan, te guían, te apoyan, te hacen parte de su cotidianidad y quieren que conozcas más de sus costumbres, sazones e idioma.

Adaptación a la nueva moneda, al uso de las tarjetas, a la atención en los bancos, las compras compulsivas porque ves algo que en tu país ya no existe. Pensar en tu familia venezolana cada vez que vas al supermercado y no poder hacer nada para ayudarlos: esa sensación que te oprime el corazón y te saca algunas lágrimas de vez en cuando.

Ser la eterna extranjera para taxis, buses, pulmonías, cajeros, atención al cliente de empresas y otros. Personas que se sienten atraídas por tu acento y te hacen preguntas por la situación venezolana en los medios: «¿Es verdad?», «¿no tienen alimentos?», «¿no consiguen medicinas?». Esa solidaridad que te encuentras en las farmacias cuando saben que llevarás ese medicamento a Venezuela y te ayudan a conseguir más de una caja.

Todo proceso migratorio lleva sus experiencias buenas y malas: se llora, se ríe, se deja de dormir, se piensa más de lo que se debe, pagas novatadas, aprendes, creces, valoras las cosas sencillas de la vida y te haces mejor persona.

Al final del camino te das cuenta que: vale la pena la distancia, la fe se vuelve tu mejor aliada para perder batallas, pero no guerras; el tiempo pasa más rápido, los inviernos son solo el periodo frío y necesario para que salga el sol y vuelvas a brillar; y el amor, tu amor, mi Memo Zamora, son la mejor medicina y vitamina para vivir cada día a plenitud.

Sigamos adelante…Te amo Venezuela.

Por: Mirsay Shimkevich

Imagen: web

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