Tijuana: la otra cara de la historia

Por Pável Rodriguez Sposito

Así como el sur de México sirve como puerto de entrada para muchos inmigrantes centroamericanos, la frontera de Tijuana con Estados Unidos se presta para que los indocumentados vayan a parar ahí en su travesía, o mucho peor, cuando son deportados.

Ciertamente, nosotros hemos podido leer muchos artículos y trabajos sobre la situación de los inmigrantes que tratan de cruzar la frontera para llegar a los Estados Unidos; pero es diferente cuando estás ahí en el borde y observas la otra cara de la historia.

En mi paso por la ciudad de Tijuana, junto a otros colegas latinoamericanos, nos topamos con una realidad que a simple vista dividía la historia en dos pedazos. Estábamos en el tercer mundo pero a pocos metros estaba el primer mundo, sólo un muro de latón con 3 mil cruces de madera era lo que nos separaba del «Tío Sam». Esas cruces son la evidencia de que ahí cayó un padre, una madre, un hijo, una hija, como le queramos llamar, pero lo cierto es que allí acaban los sueños de muchos. Solo bastó que camináramos cerca del muro para que fuéramos el centro de atención de la guardia fronteriza. Las cámaras de seguridad eran sólo para nosotros.

La construcción de este muro, aplaudida por muchos y rechazada por muchos más, llevó a los inmigrantes a tratar de cruzar por lugares más peligrosos. Esto les ha costado la vida a más de 10 mil personas desde 1994.

Tijuana es la cuarta ciudad más importante de México y cada año llegan entre 80 y 100 mil personas a vivir allí, la mayoría son mexicanos. Para Víctor Clark Alfaro, director del Centro Binacional de Derechos Humanos, el fenómeno de la migración en esta zona no recibe la debida atención por parte de las autoridades.

A diario 200 personas, un promedio de 8 por hora, son repatriadas desde la tierra del Tío Sam y van a parar a un canal que atraviesa Tijuana y que alberga a cerca de 1.200 almas que ni son de aquí ni de allá. El deportado es una especie de criminal que sólo se tiene a sí mismo.

Haciendo un poco de historia, la periodista Lynne Walker, vicepresidenta del Instituto de las Américas en San Diego, California, e investigadora por muchos años sobre el tema de los cárteles del narcotráfico, relata que en los años 80 y 90, el crimen organizado hizo de Tijuana la ciudad puente para cualquier tipo de acciones ilícitas. La narco cultura de la época fue perfecta para que algunos lograran llenarse de billetes verdes. Hasta el 2008, la violencia estuvo a la orden del día y sólo en Tijuana hubo 844 muertes ligadas al narcotráfico.

Walker, quien siguió de cerca al cartel de los hermanos Arellano Félix, señala que en la actualidad el tema del narcotráfico aún trae de cabeza a México y Estados Unidos, pues el primero no ha podido acabar con el negocio de la droga, y el segundo es uno de los mayores consumidores del mundo. Once cárteles, reconocidos por el Gobierno, funcionan en las tierras de Benito Juárez, siendo el de Sinaloa el que lleva la batuta en esta materia.

En 17 de los 32 estados que conforman México, el cartel de Sinaloa tiene presencia y a 54 países del mundo llegan las operaciones de esta organización que trafica marihuana y cocaína. Tijuana por ser limítrofe con tierras estadounidenses, sirvió de canal para pasar toneladas de drogas y el encargo regresaba lleno de dinero y armas. 500 mil mexicanos pertenecen al crimen organizado actualmente.

De cómo pasaban la droga hacia los Estados Unidos, el periodista mexicano Vicente Calderón, fundador de TijuanaPress.com, cuenta que se construían los conocidos «narco túneles», obras subterráneas que costaban hasta 1 millón de dólares y de los cuales se contabilizaron 150 de estos en los más de 3 mil kilómetros de fronteras mexicanas. Tenían una longitud de hasta 800 metros. Las casas de muchos sirvieron de fachada para que el crimen organizado, aprovechándose de la difícil situación económica de las familias.

Calderón sostiene que existe una simulación por parte del Gobierno mexicano en el combate de las mafias de la droga y eso lleva a que la impunidad galope en todos los sectores de la sociedad tijuanense. Ante esta realidad, la empresa privada y la sociedad civil llevan adelante múltiples acciones para cambiar la imagen de Tijuana.

Pero como en una sociedad contaminada por la drogas, los hechos irregulares están a la orden del día, Tijuana es una ciudad de contrastes que deja ver de una esquina a otra lo tolerantes que podemos ser.

Los tijuanenses tienen algo que para muchos sería imposible obtener en cualquier sociedad. Algunos caminan por las calles escuchando los acordes de los mariachis ambulantes y otros también transitan pero buscando «diversión». Si, allí en la Zona de Tolerancia de la ciudad de Tijuana, la prostitución está regularizada y controlada más no legalizada, aunque se lea ilógico e irónico. “Adelitas” es uno de los sitios más particulares de la zona, hasta tienda de souvenirs tiene.

«Libertad, Justicia y Ley», esta fue una de las frases más importantes de Emiliano Zapata, considerado uno de los líderes militares más importantes durante la Revolución Mexicana y un símbolo de la resistencia campesina en México.

Que estas palabras no sean solo eso, palabras, y la sociedad mexicana en general pueda salir de la sombra del gigante americano y de una vez por todas sus autoridades hagan valer estos principios por los que entre 1911 y 1919 el «Caudillo del Sur» luchó hasta morir.

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