«Para ser lavaplatos primero debí ser periodista»

Muchos de lo que salen de sus países buscando algo mejor, han tenido que pasar por alguna cocina y trabajar en una de las posiciones más conocidas y no tan bien consideradas como la de lavaplatos o diswasher. A continuación leerán como es un día de trabajo de un lavaplatos en los Estados Unidos, bueno, al menos en líneas generales…

Son las dos de la tarde y ya pasó la hora del lunch (almuerzo). A esa hora me toca trabajar y al entrar a la cocina, veo las dos estaciones (máquina lavaplatos y fregadero de sartenes y ollas) hasta los «tequeteques» de peroles. Pensé, bueno no puede ser tan «pelúo» esto…

Pregunté por donde empezaba y me dijeron que en la estación de la máquina lavaplatos. Me explicaron como utilizarla y empecé mi faena laboral a eso de las 2:30 p.m. En efecto no era tan «pelúa» la cosa pero no les he dicho que además de eso hay que cortar lechuga, cebolla, tomate y hacer cualquier otra cosa que se le ocurra al jefe o chef ¿Recuerdan la estación de las ollas y sartenes? Aún no he ido para allá pues son las 4:30 p.m. y no he terminado en la máquina lavaplatos.

En un restaurante, los platos no dejan de ensuciarse y las ollas y sartenes tampoco. 6:00 p.m y la segunda estación me recibe. Las manos ya arrugadas de tanta agua, no sabían lo que venía. Agarré la esponja de alambre y dale pulmón para quitar cuanta cosa me encontrara en ollas, ollitas, sartenes, sartencitos, bandejas y bandejitas. Ya a las ocho debería bajar la producción de cosas sucias, pero no, hay dos fiestas en el restaurante, cerca de 100 personas gozando y yo fregando. Les digo algo, a esa hora muchas cosas pasaron por mi mente, incluso salir corriendo, pero sólo tres motivos me hacen mantenerme ahí con las manos dormidas de tanto fregar: mi esposa, mi beba y mi perro, por ellos sigo aquí.

Son casi las 10 y el chef me ofrece una cerveza y comida. Ni hambre me había dado, eso en mí es una rareza pues como mucho. «Give me a Corona and one hamburguer» alcancé a decir en mi inglés básico. Seguí en mi faena, yo contra las ollas y ellas contra mí. A los minutos llegó la Corona y la hamburguesa. Cinco minutos bastaron para que ambas fueran consumidas.

A las 11 p.m. sólo yo y la cocina, la cocina y yo. El manager se acerca y me pregunta si me faltaba mucho, yo estaba en lucha frontal con la última olla, la del pegoste «co… e madre» que no sale. Le dije «ya casi termino». Me dice en su español básico, «barres y pasas el mapo (coleto greñúo que hay que exprimir con un aparato bien incomodo) en toda la cocina».

Cuando pensaba que iba a terminar, debía hacer algo más. Recuerdan que cuando entré a las dos y vi todos los peroles, me dije «que tan pelúo podía ser», bueno a las 11:30 ya no pensaba lo mismo. Barrí y pasé el mapo, subí me cambié, bajé y marqué mi hora de salida, 11:52 p.m. Salí, fui al carro, me monte y al cerrar la puerta vi mis manos dormidas luego de casi 10 horas de faena.

Arrugadas y en algunas partes abiertas por tanta agua, mis manos, esas que editaban el contenido informativo de un periódico, me mostraron que para ser lavaplatos primero debí ser periodista.

Por: Pável Rodríguez

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