Lo que el invierno me ha enseñado

Ahora que mi tercer invierno termina, puedo hacer una lista preliminar de lo que el invierno montrealés me ha enseñado, o me ha ayudado a recordar.

Quejarse es inútil.

Contra el clima no puedes hacer nada, sino adaptarte. Aprender de los locales: de cómo se abrigan cuando hace frío (o cómo dejan de usar pantalones largos cuando hace calor, en el verano). Tomar consejos, de quienes tienen experiencia. Sufrir porque hace demasiado frío o porque ya es noche cerrada a las 4:15 p.m., es perder energía y resistirse a aceptar tu circunstancia.

Eres más fuerte de lo que crees.

Cuando no has vivido tu primer invierno, te preguntas cómo te irá con él, cómo te defenderás de él, tú que vienes de la resolana que enceguece y del acoso de los mosquitos. Verás que te adaptarás, tal vez más rápida y fácilmente de lo que esperabas. Ciertas cosas no dejarán de afectarte, pero aprenderás, si te lo permites, a defenderte de ellas, como la tristeza, el dolor en los dedos o la prolongada ausencia del sol.

Aprende de los niños.

Mi hija llegó a Montreal con ocho meses de edad y se adapta a todo. Casi nunca se queja, ni siquiera cuando está esperando el autobús conmigo con una sensación térmica de 25 grados centígrados bajo cero. Los niños disfrutan de todas las estaciones, en todas encuentran belleza y diversión. Absorben la realidad tal cual es, como absorben los idiomas, porque ellos no están mirando atrás.

Nadie puede predecir el futuro.

Los servicios meteorológicos son bastante confiables, pero también se equivocan. Las cosas pueden cambiar a último minuto y ese sistema de nieve pesada que venía de las Rocosas, o ese vórtex del Ártico puede pasar de largo, o puede caer sobre ti cuando esperabas que te perdonara. Lo cual nos lleva a la lección siguiente.

Haz planes, pero prepárate para lo imprevisible.

Consulta las predicciones del tiempo, pero ten siempre un plan B. Como todo en la vida, trata de planificar, pero sin olvidar que lo imponderable está siempre a la vuelta de la esquina.

Valora lo que tienes.

El invierno, como todas las estaciones, tiene sus placeres y su belleza. Conócelo y aprovéchalo: es lo mejor que puedes hacer. Maravíllate con el silencio de una gran nevada y con el bosque blanco. No olvides el presente por estar pensando demasiado en el pasado o el futuro.

Valora lo que tenías.

Recuerda cómo te quejabas del calor y del sol y del relumbrón de las 2  de la tarde, en esas semanas en las que nunca ves una estrella ni una hoja verde. Observa los matices que antes, cuando te poseía el resentimiento por el país que decidiste dejar, no querías ver. No todo era tan malo.

Todo cambia.

Cada vez que te des cuenta de que al día siguiente de un pico de frío de 30 grados bajo cero, viene una tarde de cinco bajo cero, y luego un día sobre cero para volver de nuevo al frío, como pasa incluso dentro del invierno, recuerda que lo único permanente es el cambio.

Todo pasa.

Cada vez que, en febrero sobre todo, te desesperes porque sientes que llevas demasiado tiempo pasando frío, recuerda que, inevitablemente, este invierno terminará. Y vendrá una primavera que terminará también, y lo mismo un verano y un otoño, hasta otro invierno. Todo -lo que quieres, y lo que no- pasa.

Por: Rafael Osío Cabrices

Fuente: https://detrasdelavila.wordpress.com

Imagen: Web

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